LA AGRESIÓN A LAS GRANJAS: UNA REALIDAD CRECIENTE

Artículo cortesía de agoratopgan.com, escrito por Carlos Buxadé Carbó (Catedrático de Producción Animal. Profesor Emérito.)

Deseo abordar en esta nota destinada a ser publicada en el Boletín de ÁGORA TOP GAN del día 2 de noviembre, una compleja realidad, probablemente de muy difícil solución, en una sociedad excesivamente permisiva como es la nuestra. Bien es cierto que la misma no es, ni mucho menos, exclusiva de nuestro País, si bien su incidencia en España, lamentablemente, va en aumento.

Me refiero a las entradas ilegales en las granjas, generalmente vinculadas a modelos de producción intensivos, cuya finalidad última es la de desprestigiar a la actividad empresarial ganadera y promover una imagen negativa de la misma en el marco de una sociedad cada vez más urbanita y, por ello, cada vez más alejada de la realidad rural; es decir de la agricultura y de la ganadería.

El que se trata de una cuestión cada vez más extendida, afectando también, por ejemplo, a ciertos países de Latinoamérica (LATAM) y de Norteamérica, lo pudimos constatar en una reunión que organizamos en su día, en el marco de FIGAN, con doña Hannah Thompson – Weeman y a la que asistieron los Presidentes y/o los Gerentes de nuestras principales Asociaciones Ganaderas y de sus Interprofesionales.

Doña Hannah, actuando como portavoz de la American Animal Alliance, expuso las estrategias  que está llevando a cabo la mencionada Asociación en los Estados Unidos de Norteamérica con la finalidad de contrarrestar y/o mitigar, en la medida de lo posible, las múltiples y lesivas acciones, que llevan a cabo algunas de sus asociaciones de corte animalista y que tantos quebraderos de cabeza están ocasionando a las explotaciones ganaderas en aquel país.

Estas entradas ilegales, llevadas a cabo siempre por algunos colectivos animalistas, promueven generalmente la difusión, a través de las redes sociales (en cuyo manejo y manipulación suelen ser grandes expertos), de imágenes descontextualizadas y/o tergiversadas, que unidas a medias verdades, datos y noticias falsas, posverdades e informes sin criterios técnicos ni científicos, inciden, como exponía al principio de estas líneas, de manera muy injusta y muy negativa en la mencionada sociedad, desenfocando totalmente la realidad.

La verdad es que de manera muy, muy mayoritaria (en todos los colectivos siempre hay algún “garbanzo negro”) nuestros ganaderos, sometidos permanentemente a muchos controles, son realmente grandes profesionales y en sus granjas se cumplen satisfactoriamente los requisitos fijados por la Unión Europea (U.E. – 27) en lo que atañe, por ejemplo, al bienestar animal, a la sanidad, a la preservación del medioambiente y a la bioseguridad.

Estos ataques, que implican la entrada descontrolada de personas no autorizas en las granjas (ya sean, por ejemplo, de visones, de pollos de cebo, de cebo de terneros o de porcino) generan grandes perjuicios a las mismas ya que afectan muy gravemente a su bioseguridad, a su status sanitario y al bienestar real de la base animal de las mismas.

Es verdad que existen, en el ámbito de la ganadería de la U.E. – 27 estrictas medidas que prohíben taxativamente la entrada en las granjas de cualquier persona, si ésta no está debidamente autorizada y no cumple con todas las normas de higiene y de bioseguridad.

Pero los mencionados colectivos las ignoran e incumplen de una manera absolutamente irresponsable y muy negativa, generando, insisto, graves perjuicios, técnicos y monetarios, no sólo a la propia instalación implicada (que también) sino, fundamentalmente, a la base animal que en ella se encuentra y, por ello, finalmente a la propia sociedad, que es la receptora de sus producciones.

Desde mi punto de vista, la única posible solución de la realidad expuesta debe partir, si o sí, de la aplicación, por parte de TODAS las administraciones implicadas, del principio de “permisividad cero”, con todo lo que ello debe comportar, obligatoriamente, a nivel punitivo.

Releyendo lo escrito constato que, seguramente, tampoco hoy he sido “políticamente correcto”, pero sí, sincero.

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